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Antes de empezar tengo que mandar un agradecimiento desde aquí a quien quiera que fuese responsable por el cambio de fechas de los conciertos. Después del concierto del pasado 3 de noviembre tenía ganas de volver a disfrutar de Symphony X en directo y eso fue lo que ocurrió en la tarde-noche del sábado.

Llegando una media hora escasa antes de la hora prefijada de apertura de puertas vimos que no había demasiada gente en la fila. Aunque la apertura de puertas se retrasó unos diez minutos pudimos entrar tranquilamente y colocarnos nuevamente en una posición cómoda para ver el espectáculo y no molestar a nadie mientras sonaba de fondo DragonFroce. Al poco rato empezaron los primeros teloneros.

Y antes de empezar con los teutones Dreamscape tengo que aclarar un par de cosas: de los teloneros había oído poco o nada y yo iba a ver a Symphony X.

Dicho esto, lo cierto es que no me impresionaron. Puede que subconscientemente los estuviese comparando con los teloneros del concierto del día anterior, o que el sonido que yo percibía estaba muy mal mezclado (teclados demasiado altos, guitarra inexistente, bombos de la batería sin definición). Quizás incluso fuese porque el programa de luces hacía que muchas veces los integrantes del grupo estuviesen a contraluz o simplemente poco iluminados.

Lo que es seguro es que no es que porque fuesen malos. Por lo que vi, el batería no tiene un mal estilo, el guitarrista sabe tirar de técnica (cuando se le oía), el bajo tiene un buen concepto del ritmo y el acompañamiento y el cantante tiene una buena voz. De los teclados no puedo opinar, ya que me resultaban molestos por dos razones: estaban muy altos y el tono sonaba terriblemente genérico.

A pesar del moderado entusiasmo con el que presentaron sus temas, a mí no me emocionaron. También es cierto que no es un estilo de música por el que tenga una gran afinidad pero lo mismo podría decir de la música de los cabezas de cartel y sin embargo me gusta.

Con todo, los aplausos con los que se les despidió seguramente estaban bien merecidos tras su actuación de unos 35 minutos.

Cuando pasaban unos pocos minutos de las 20:00 salieron al escenarios Circus Maximus.

De nuevo, el sonido deja mucho que desear. La guitarra apenas se oye y los teclados vuelven a estar demasiado altos para mi gusto. De nuevo las luces no son las más adecuadas. De nuevo, no me impresionaron. Y, de nuevo, no es por falta de talento.

Para empezar, me moló que el batería cantase tan bien o mejor que el propio cantante. El tono agudo del vocalista no me molesta pero tampoco se puede decir que resulte de mi agrado, mientras que el del batería era igualmente melódico pero menos exagerado. Hizo todas las segundas voces y coros y no perdió el ritmo en ningún momento.

De todas formas, cuando te estás fijando en cosas como que el bajo tiene 6 cuerdas y el guitarra usa una Ibanez de 7 cuerdas y las canciones como que te resbalan, eso es que algo va mal. Hubo dos cosas que no me gustaron.

En primer lugar, las canciones se me hacían muy parecidas a nivel estructural. Demasiadas empezaban con un comienzo agresivo (tripletes sobre un acorde con una pequeña variación al final) que era seguido primero por una parte suave y después por un puente/estribillo que retomaba el tema del comienzo de la canción. Sus intercambios agresivo-suave me cansaban más que mantenerme en tensión, pero supongo que es una cuestión de gustos. Una fórmula similar la sigue Opeth muchas veces y tienen más de un tema que me guste.

En segundo lugar, apenas pude seguir las melodías. Sería el sonido, las progresiones o mi desconocimiento del material. Fuese lo que fuese, no me llamó la atención.

Al igual que en el caso anterior, creo que los noruegos probablemente se ganaron los aplausos que se llevaron, aunque yo también me hubiese saltado su actuación. O eso, o haber prescindido del grupo anterior para estar menos saturado de «metal progresivo».

Y por fin llegó el turno de los protagonistas de la noche. Aunque la sala no llegó a llenarse en ningún momento, había bastante buen ambiente.

La preparación del escenario duró un poco más de lo que esperaba. Nos sorprende la distribución del escenario, con el fondo ocupado por la batería a la izquierda y los teclados a la derecha, los dos sobre plataformas. Entretanto, en el hilo musical sólo distinguí un tema de Liquid Tension Experiment. De cualquier manera, tampoco hubo que esperar demasiado, y la mínima demora en los ajustes del sonido se agradecerían en una mezcla mucho más equilibrada que en el caso de los teloneros.

La salida a escena de Michael Romeo saca los primeros aplausos para los cabeza de cartel, que comienzan su actuación con los cuatro primeros cortes de «Paradise Lost», su último disco: «Oculus Ex Inferni?, «Set The World On Fire (The Lie Of Lies)» [04m52s], «Domination» y «The Serpent’s Kiss» [04m50s].

De hecho, gran parte del material de la noche tiene la misma fuente. Aparte de los temas mencionados, tocaron «Revelation», «Eve Of Seduction» y, por supuesto, «Paradise Lost». Este último cayó relativamente pronto y es una preciosidad en directo. El buen saber del grupo convirtió el estribillo de esta canción en una invitación a la participación del público, arrastrados especialmente por el carismático Russell Allen.

El cantante volvió a impresionarme. Muy activo y comunicativo, se mostró cómodo y sonriente durante la actuación, y tuvo tiempo de recordar a María entre bromas (véase el concierto anterior). Aparte de su simpatía, hay que reconocerle el mérito por partida doble.

Por un lado, canta estupendamente. Si se tiene que esforzar para llegar a alguna nota lo hace y queda bien. Por otro lado, es impresionante ver como logra captar la atención teniendo a su lado a varios monstruos en sus respectivos instrumentos, especialmente Michael Romeo.

Y ya que estamos hablando del guitarrista, hay que señalar la mejoría clarísima en el sonido respecto a los teloneros. Para empezar, la guitarra se podía oír, aunque yo hubiese agradecido que estuviese un poco más alta. Por otro lado, el teclado de Pinnella tenía un papel mucho más discreto, saltando al primer plano sólo en los momentos necesarios. El bajo de Lepond tenía un buen volumen, aunque a mí me sonó un poco sucio en sus partes en solitario. La batería de Jason Rullo tenía un sonido mucho más limpio, con los bombos bien definidos y sin tragarse al resto de componentes.

El repertorio elegido dio la oportunidad a todos los integrantes del grupo a tener sus pequeños momentos de lucimiento y de repasar unos cuantos de los clásicos del grupo: «The Damnation Game», «Through The Looking Glass», «Inferno (Unleash The Fire)», «Smoke And Mirrors» y «Sea Of Lies» figuraron entre los temas elegidos para el concierto. Sin contar la actuación del Palacio de los Deportes, muchos de estos temas no sonaban en directo por aquí desde la última gira con Stratovarius, como Russell rememoró. No sería el caso de «The Odyssey» que, a pesar de la petición del público, no fue incluida en el setlist ya que, según explicó Allen en castellano (más o menos), había comido «mucha carne» y tenía el «diablo en el culo», lo cual es una excusa bastante original.

No fue el único gesto gracioso de la noche, ya que el cantante volvió a tocar el tema de Barcelona, para animar un poquito el ambiente. A la hora de anunciar que el concierto entraba en la recta final explicó que debían ir terminando porque después había que abrir la sala como discoteca, sguiendo esta explicación con un pequeño baile setentero al que Romeo puso acompañamiento musical por unos segundos. Aunque preguntó al público si no tenían interés por ir a bailar no tardó en responderse a sí mismo con un sonoro «Fuck that shit!» que dio paso a los últimos temas de la noche.

Poco antes de las 23:00 estábamos de camino a casa, con la sensación de que nos hubiese bastado con ver al grupo estadounidense. Ahora veremos cuánto hay que esperar antes de volver a verles en directo.